Hicham había
pasado algunos días en la ciudad de México. Haber crecido en África lo había
forjado para estar siempre atento, mantenerse seguro, y disfrutar de unas
vacaciones en la ciudad monstruo sin problema alguno. Todo había ido bien. Rápidamente
había hecho amigos en el hostal con quienes salir en la noche. De día, hacía
turismo por su cuenta. En algunas ocasiones había salido a comer/cenar con
viejas amistades. La bestia estaba domesticada para nuestro héroe marroquí. Hicham
era como un local, su español era bastante bueno y el acento no lo hacía
resaltar. Todo parecía extrañamente familiar. Incluso las empanadas que vendían
afuera de las estaciones del metro. Ese día había
poco tiempo para recorrer muchos lugares. Tenía que ser bastante eficiente, Decidió
comer mientras viajaba en el metro. Del puesto mas cercano de empanadas escogió
una de atún (después de todo, las vendían también en Marruecos). La comió en el
camino sin prestar mucha atención. Y entonces, le dio el torzón.
Rulo había ido a México
por pocos días. Debía tramitar una visa para empezar a trabajar en Estados
Unidos. Habían pasado catorce meses desde su última visita. Tras atender a la
cita en la embajada en la ciudad de México, viajó a San Luis a visitar a sus
amigos. Era fin de semana, y por dos días enteros la fiesta no paró. Fue tan
grande que Mano no se presentó a trabajar ni sábado ni domingo (así es, Mano
trabajaba sin fines de semana, sin descanso, de sol a sol, a veces más). Ya no
eran tan jóvenes como antes. Las borracheras no se curaban tan rápido. El
domingo en la noche decidieron llevarla tranquilo, ver un par de películas con
Minoru y dejar al cuerpo reposar. Hacían años que no visitaban un puesto de
hot-dogs y nachos que estaba a unas cuadras del departamento. Decidieron
compartir unos nachos grandes entre los tres. Y de repente, les dio el torzón.
La última navidad
que pasé en México fue en el 2010. A pesar de que tan solo seis meses antes había
recorrido el país con algunos de mis mejores amigos de Montreal (Irene, El
hermano de Irene, y Blanka), al llegar sentí el peso de tanto tiempo lejos. Había
creado un evento en Factbook para saludar a todo el mundo. Invité a mucha
gente: amigos de la infancia, la carrera, y el antiguo empleo. La cita fue en
un bar en el centro de la ciudad llamado la mezcalería (si, tenían muchos tipos
diferentes de mezcal). La noche se pasó bastante bien. Invité tragos, me
invitaron tragos, todo muy bien. Entonces, alguien me pasó un shot de mezcal
con un escorpión adentro. Normalmente traen un gusano, esto era bastante
especial. Como era mi fiesta debía tomarlo. Amarrándome de valor mastiqué un
poco el escorpión y lo trague con el mezcal. Era tiempo de regresar a casa. A
la mañana siguiente, efectivamente, me dio el torzón.